lunes, 2 de enero de 2017

AE


Recuerdo la primera vez que alguien me habló sobre la muerte, en realidad no recuerdo, sin embargo la idea de que alguien alguna vez me dijo aquella frase de la que estoy a punto de hablarles ha persistido en mi mente por muchos años, no creo haberla escuchado en la televisión, aunque quizás sí, o en alguna de esas tantas veces que estuve en misa temiendo que dios me castigara por ser una mala niña.

Por el nivel de influencia que aún tiene sobre mí y la naturaleza del mensaje, estoy casi segura que fue mi abuela quien me la dijo. Abuela, que a lo largo de su vida sufrió tantas pérdidas, llegó a convertirse en la única persona que haya conocido, que de verdad logró hacer la pases con el concepto de morirse, incluso cuando pensamos que su muerte había sido completamente inesperada, semanas después de partir, su sacerdote dijo durante uno de sus novenarios que ella había dedicado los últimos meses a preparar la iglesia con manteles y adornos para la posibilidad de su partida. No estaba enferma, no sufría de ninguna condición extraña, no fue premeditado, solo tenía esa extraña relación con la muerte, como si después de tantos duelos, ambas hubiesen acordado ser gentiles una con la otra.

La primera vez que alguien me habló sobre la muerte, ese alguien me dijo: las personas que mueren no se van del todo, solo suben al cielo, están cerca de Dios y pueden ver todo lo que hacemos aquí en la tierra, nos vigilan todo el tiempo para ver que no nos pase nada, saben lo que pensamos y lo que sentimos. Esa debe haber sido la primera vez que estuve verdaderamente consciente de mis acciones, todas las cosas que hacía, cuantas malas palabras decía, todas las veces que peleé con mi hermana, todas las veces que deseé que desapareciera, todas la veces que coloqué el televisor en el canal de adultos, todas las mentiras, incluso aquella vez en la que me confesé en la iglesia estuve mintiendo, todos esos secretos que eran sólo míos, de pronto estaban a merced de las personas que morían y quien lo hiciera, se decepcionaría profundamente de descubrir todas las cosas malas que podía hacer y pensar.

La primera persona que murió desde aquella charla fue mi abuelo, padre biológico de mi padre, no lo conocí del todo, no lo veía mucho, solo recuerdo haberlo visto algunas veces, yo tenía 7 cuando falleció y aún así, sentí vergüenza por lo que pudiera descubrir sobre mí después de su muerte, cuando llegara a saberlo todo. Un año después murió mi padre, además de haber perdido a la persona que más amaba en la vida, me consumía el hecho de decepcionarlo de cualquier manera. Al año siguiente, un primo que sufría de retraso mental y al que siempre tuve miedo de acercarme, ahora él sabría que le tenía miedo, era una niña y no me sentía a salvo ni en mis propios pensamientos.
Aunque dejé de creer en Dios a los 9 años, nunca dejé de creer del todo en la idea de que quienes morían, estaban ahí y podían descubrir todo sobre nosotros, aun lo creo un poco, asumo que es mi forma de retener lo más que puedo del recuerdo de mi padre, de imaginar lo que haría si estuviera conmigo o de la reacción que tendría al saber cómo soy ahora que soy adulta.

Es inevitable que al morir una persona, inmediatamente sienta ese miedo terrible de saber que no hay nada sobre mí que no sepan ya, después de sus muertes, me ha pasado siempre, me ha pasado hoy mismo cuando por primera vez, me he enterado de la muerte de alguien que me gustaba mucho y a quien nunca tuve el valor de decirle que me gustaba, pienso que ahora lo sabe, porque aunque no se acuerde de mí, ahora que es un ser multidimensional, puede canalizar todos esos pensamientos que tienen que ver con él y regresar al momento en el que estuvimos en el mismo lugar y recordar eso como un dato curioso que no supo en vida, pero que ahora en su nuevo plano espiritual puede saber no solo eso, si no todos los secretos de todas las personas que alguna vez lo conocieron.

O quizás no piense en nada, porque está muerto.

Sea lo que sea que pase después de morir, siento que son los recuerdos son lo único que nos hace permanecer en cualquier plano existencial de la vida, aunque esta persona pudo no haber tenido idea de quién era yo, de alguna forma su vida e incluso su muerte adquieren un nuevo significado (incluso si aún no estoy segura de que lo he descifrado) para todos. Supongo que para bien o para mal nunca terminamos de saber la verdad sobre el efecto que podemos llegar a tener en otros.


“Siento que tu vida haya acabado tan pronto, también haber sido una cobarde y nunca haberte dicho nada o al menos, haber intentado conocerte mejor, probablemente habrías terminado pensando que estoy loca y si es verdad eso de que existe vida después de la vida, seguramente ya sabes que estoy loca.”

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